Tal vez tengas algún libro en casa de los denominados de autoayuda. Lo reconozco, yo tengo varios, y alguno de ellos me gusta. Creo que han servido a más de una persona que conozco para reflexionar y ser más consciente de algunas cosas de son de cajón, de sentido común, que es el menos común de los sentidos. No son, ni mucho menos, la panacea para curar los males de la psique, pero en algunos casos suman y aportan una pizca de aire fresco que pueden ayudar a iniciar un cambio, a favorecerlo o a asentar algunos de los mensajes que los clínicos tratamos en la consulta. Pero no todo vale. Lo que no soporto son los libros escritos por supermanes (la mayoría narcisitos por no decir psicopatillas) en los que subyacen gruesos mensajes del tipo: “Si quieres, puedes” “El poder está dentro de ti” “Yo soy muy feliz y te digo cómo conseguirlo” “Puedes conseguir en esta vida cualquier cosa que te propongas” o “con mi libro la gente se cura”. Para flipar. No sabes lo que me joden estos mensajitos, ya sean en formato escrito o visual. Y te doy dos razones:

  1. Porque estos eslóganes son falsos, y sí, lo sé, es tan solo mi opinión. Aquí podríamos abrir un estéril debate dada la ambigüedad de la psicología y de la psiquiatría y algún colega podría decir justo lo contrario y nos perderíamos en lo secundario dejando de lado lo sustancial, que no es otra cosa que la engañifa social o la estafa psicológica.
  2. Si no consigues mejorar o salir del pozo en el que te encuentras después de haber leído algunas de estas lindezas, es que eres más tonto que Abundio. A lo de deprimido o ansioso puedes sumarle que eres un perfecto idiota y culpable por no mejorar.

Ni existe la felicidad absoluta, ni puedes tener el control total sobre tus pensamientos y tus emociones; que no te vendan la moto.
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Psicólogos, coaches, terapeutas y algo de felicidad.

Hay una caterva de vendedores de felicidad, de humo y de brebajes mágicos que prometen felicidad eterna si te pones en sus manos o si te lees un pasaje de su librito recién salido al mercado que dan vergüenza ajena. Podría ser, que una noche de verano, tras ver un programa de TV estilo Cuarto Milenio o Cámbiame, estos sujetos con sus predicados vieron la luz, se reinventaron y decidieron lanzarse al bonito mundo de las emociones, del coaching o de lo psicológico con barnices de esoterismo ¡Joder, les podría haber dado por practicar el nudismo en algún retiro espiritual de fin de semana y dejar de tocar la psique del personal! Estos tipos o tipas, que en el mejor de los casos han hecho un cursillo intensivo sobre emociones, algún taller sobre Programación Neurolingüística PNL o de Inteligencia Emocional, son expertos en felicidad, emociones y salud mental. Algunos de ellos han hecho un par de cursos de formación no reglada que los ha convertido en ¡Oh milagro! terapeutas o Coaches con los que tratan (perdón, ellos no tratan, ellos trabajan y mejoran) al personal y les sacan la pasta. Sus herramientas son muy eficaces: un poco de intuición, intentar ayudar a los demás (vamos a creer que tienen su punto de bondad), una colección de cromos motivadores con lemas de todo a cien colocados en su muro de Facebook o en su página web, e imagen, mucha imagen. Mucho humo y pocas nueces.

Si hay coincidencia con la realidad, esa es nuestra intención.

Isabel, que casi llega a formar parte de la casa real española y se ha convertido en una experta en emociones, ha montado un tinglado o circo desde el que saca la pasta a todo quisqui que se deja. O el de Juan, un periodista que se quedó sin redacción, micrófono y cámara que lo grabara, y se ha reinventado en ¡Eureka! un gurú de la psique y de la felicidad que nos dice a los demás donde está el Santo Grial, la Luz y lo que hay que hacer para tocar el cielo (¿pasar por su despacho y contratarlo, además de leernos sus libros?) O el de Julián, un narciso que fue deportista de élite, que ha hecho unos cursos formativos en USA (lo que nos deslumbra cuando alguien utiliza vocablos en inglés, ¡qué catetos semos!) y se ha convertido en comunicador de éxito. De hecho, su libro cura a las personas de depresiones, rupturas, muertes de seres queridos,… Joder, yo llevo veintitantos años ejerciendo mi profesión y no hay terapia (da igual si eres psicodinámico, cognitivo conductual o ACT), que cure en ocasiones tamaño sufrimiento. Estos tipos pueden con todo. ¿He estado haciendo el gilipollas durante todo este tiempo después de cursar una licenciatura en psicología y tener cuatro másteres relacionados con mi profesión? Pues eso parece. Me voy a pillar a la de ya el libro de este crack y le voy a montar un altar en la consulta, con su foto y un par de velas, y me encomendaré a él, perdón, a Él, cuando la cosa pinte fea. Bueno, mejor dicho, a partir de ahora ya no le llamaré consulta, le llamaré despacho profesional de mejora personal. Lo veo.

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Otra opción que te planteo es que puedes probar con la terapeuta María. Tras darse cuenta a los cuarenta años que ella lo que quería era ser psicóloga y ayudar a los demás, decidió ponerse a estudiar. ¿Una buena noticia, verdad? Claro, así lo sería si se hubiera ido a la Universidad, se hubiera matriculado en el grado de psicología y hubiera cursado los cuatro cursos de rigor más un máster (por cierto, un atraco a mano armada el Máster de Psicólogo General Sanitario). Pero hete aquí, que no. María se hace una españolada: me matriculo en unos cursos de terapeuta gestalt o coaching y cuando acabo, ya soy terapeuta o coach, ¡tampoco hay tanta diferencia entre un coach y un psicólogo, joder!

Este tipo de sujetos y sus predicados, sin rigor científico alguno que avale sus diatribas y masturbaciones mentales, abren su despacho desde el que hacen constelaciones familiares, terapias neuroemocionales, repiten como papagayos frases supuestamente motivadoras extraídas de azucarillos del bar el que toman su café matutino, dan unos abrazos (igual pillo cacho) y no sé qué hostias más que no saben ni para qué sirven. Bueno sí, para sentirse bien consigo mismo y sacarle la pasta al personal con el que trabajan y al que supuestamente hacen crecer. Es la salud mental muchachos, pues más madera. También podríamos hablar de pediatras, cirujanos, filósofas, economistas, ingenieros, exdeportistas, agentes de bolsa y aristócratas que se ganan la vida dando lecciones magistrales sobre crecimiento personal y emociones. Y lo peor de todo es que no se ruborizan. Tranquilos, ya nos ponemos colorados nosotros. ¿Acaso los psicólogos hablamos de pediatría o de economía o nos dedicamos a opinar sobre los diferentes métodos de cirugía? Zapatero a tus zapatos y ya está bien del intrusismo en psicología. No todo vale amiguetes, es la salud mental nada más y nada menos.

¿Has pensado que el colectivo de psicólogos pasa por la Universidad (aunque la Universidad no haya pasado por más de uno que conozco), que generalmente ha ampliado sus conocimientos con un buen máster, tiene un colegio profesional que lo regula y al que puedes dirigirte en caso de que el profesional realice una mala praxis? Dentro de la psicología hay muchas escuelas y orientaciones desde las que los diferentes profesionales que la conformamos encuadramos los problemas del personal y creamos hipótesis de trabajo para que el paciente, cliente, persona o sujeto, mejore su satisfacción vital. Da igual si el profesional es psicodinámico, conductista, CognitivoConductual, sigue la Terapia de Aceptación y Compromiso o utiliza otra orientación; son profesionales con formación y expertos en el tema que nos ocupa. Si tienes problemas, estás pasando por un mal momento, o simplemente quieres crecer y mejorar en la vida o encauzarla mejor, psicología por favor. Pon un psicólogo en tu vida, será tu mejor coach. Menos coaching y más psicología, tu salud mental lo agradecerá eternamente.

Este artículo ha sido escrito por Miguel Angel Rizaldos, Sonia Cervantes y Nacho Coller.

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