Un Ave a Madrid, un pasajero cachondo, una chica sexi y una parada de emergencia.

Martes 8:00 h. Tren a Madrid.
Una lectura rápida a la prensa digital, visito Facebook, recorro vidas ajenas y un par de me gusta, compruebo mi correo, dos chistes en un grupo de WhatsApp, unas fotos y trece mensajes de una colega de profesión muy brasas y un tanto chiflada. Un vistazo fugaz a un libro, un té en la cafetería, un vistazo a Twitter y de regreso a mi asiento. Por cierto… ¿y esa de la camisa blanca? No ha parado de darle al móvil. Parece amargada. ¿Discusión con la pareja, con el amante, con el jefe? Quizá el jefe es su pareja o su amante. Qué pena. ¿Y el tipo que hay a su lado? No le quita ojo.

Le ha lanzado un par de sonrisas absurdas, unas cuantas miradas furtivas al escote. ¡Y lleva anillo de casado! Joder, los tíos son la hostia. ¿A qué se dedicará? Tiene pinta de ser comercial, tal vez visitador médico. O no, con ese traje seguro que es un leguleyo. Me encanta esa palabra. ¿Y ese señor regordete y calvo de ahí? Desde que hemos salido no ha dejado de darle al ordenador. Me la juego a que es analista financiero. ¡Hey! Por ahí viene la azafata. Es guapa y viste impecable. Pintada sutilmente, pelo recogido, labios rojos, buen cuerpo…¿Tendrá pareja? ¡Pues claro! Esas están pilladas. Oye, el analista ha levantado la vista y no deja de mirarle el culo a la azafata. Ah, eso sí te distrae… ¿eh? Ahora que veo el freno de emergencia en el armarito de cristal… ¿Te imaginas romper el cristal y darle al freno de emergencia? ¿Qué pasaría? Todo el mundo gritaría, pensarían que es un atentado. ¿Descarrilaría? Si frenara de golpe, la de la blusa blanca mandaría acabaría en brazos del pesado ese; el calvo caería de bruces encima de la azafata. Maletas por el suelo, el carrito de comida desparramado… Pero ¿habría muertos? Solo es un frenazo. El encargado del tren preguntaría quién ha sido el responsable. Joder. ¿Lo digo? Doy un paso al frente, me declaro culpable y me entra un ataque de risa. Seguro que me harían pagar una multa, por gilipollas. Bueno, cuando llegues a Madrid recuerda que lo primero es confirmar la reunión y la hora de la conferencia. Mola. Ay, tengo hambre. Ya entramos en Madrid. Puntuales y a salvo. Desde luego, qué cosas se me ocurren…Pensamientos son tan solo pensamientos.

¿Dónde está la de la blusa blanca?

¿Dónde está la de la blusa blanca?

Esto es lo que sucede cuando escribes libros. No sólo hay un impuso de averiguarlo todo, sino que algo empieza a ponerse en tu camino. De repente no existe ninguna carretera que no conduzca directamente a tu obsesión. Philip Roth

Veamos qué ha pasado con este pasajero con ganas de juerga:

Se ha montado su propia historia en un momento de ocio. Su mente (y la de todo el mundo) no para de pensar. Es una radio encendida las 24 horas. A veces suena un buen programa, noticias, buena música; pero en ocasiones casi no la escuchamos, y la mayor parte del tiempo emite repeticiones, morralla y hasta reguetón. ¿Por qué pasa esto? Es la tendencia del cerebro humano al ruido de fondo, a no estar quieto y anticipar lo negativo, bizarro e inútil. Y a pesar de ello, no nos ha ido del todo mal como especie.
Entre otras cosas, pensar nos sirve para pasar el tiempo. Pero recuerda que pueden aparecer imágenes agresivas, divertidas, escenas sexuales desviadas hasta el infinito y más allá, ideas improbables, estrambóticas. Todo ello no tiene por qué suponer ningún problema. Son cogniciones, sólo cogniciones, y algunas pueden resultar muy curiosas, hasta servirnos de inspiración. Conviene tomárselo así: la mente es un constante flujo. No pasa nada. Sólo los pensamientos que rechazamos una y otra vez pueden llegar a convertirse en obsesiones. Recordemos qué es una obsesión: idea, pensamiento, impulso o imagen de carácter persistente que se estima intrusa, inapropiada y provoca ansiedad.

Un Ave a Madrid, un pasajero obsesivo, una chica sexi y una parada de emergencia.

Martes 8:00 h. Tren a Madrid. Una lectura rápida a la prensa digital, visito Facebook, recorro vidas ajenas y un par de me gusta, compruebo mi correo, dos chistes en un grupo de WhatsApp, unas fotos y trece mensajes de una colega de profesión. Un vistazo fugaz a un libro, un té en la cafetería, un vistazo a Twitter y de regreso a mi asiento. Por cierto… ¿y esa de la camisa blanca? No ha parado de darle al móvil…”

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Hasta aquí todo es normal, hasta que entra la mente de un obsesivo:

Ahora que veo el freno de emergencia en el armarito de cristal… ¿Te imaginas romper el cristal y darle al freno de emergencia? ¿Qué pasaría? Todo el mundo gritaría, pensarían que es un atentado. ¿Descarrilaría? Si frenara de golpe, alguien moriría, seguro. Varios cuerpos sin vida. Sangre. Yo sería el primero en caer, porque estoy de pie, con el freno en la mano. Alguien me señalaría con el dedo: ¡Ha sido ese! Seguro que me tiraban del tren. Y tengo una reunión. ¿Me dejarían en mitad del campo? Me siento mal. Miro fijamente el freno de emergencia y pienso si sería capaz de hacerlo. Mi corazón late más deprisa. Estoy sudando. ¿Seré capaz? Yo no debería de pensar esto. ¿Por qué he tenido este pensamiento? ¿Seré un asesino en serie? ¿Estoy mal de la cabeza o qué? No quiero matar a nadie. Aunque, claro, eso es lo que piensan todos los asesinos, hasta que un día… Seguro que saldría en el Telediario: era un hombre normal, un buen vecino, buen padre… ¿No será que a mí me pasa lo mismo? A ver, a ver… Estoy sudando. Ya no puedo dejar de pensar en el freno de emergencia. Me temo y me veo capaz. Necesito hacerlo, pero yo no quiero. Soy un asesino en serie. Por favor, calma, piensa en otra cosa. Mejor dicho, no pienses. Ya entramos en Madrid. Respira. Miedo me da el viaje de vuelta. Creo que soy un peligro para los demás viajeros. Quizá deba ir en autobús.Los pensamientos ya no son tan sólo pensamientos.

Hemos asistido a una obsesión. ¿La diferencia? Me creo lo que digo, no quiero pensar lo que pienso, no asumo la parte imaginativa y alocada de mi discurso. No me doy permiso a pensar en cosas que no tienen ningún sentido y que me pueden generar malestar. Porque la mente (el yo pensante) va por libre; sólo hay que dejarla estar. Para el obsesivo y para muchas personas, los pensamientos no son solo pensamientos, son algo más, y hete aquí el gran error.

“No ames a una persona que no admires, porque amor sin admiración es solo obsesión.”

¿Eres de los que se atascan pensando y tomas demasiado en serio a tu mente?

Si así es, te dejo 4 creencias que pueden ayudarte a salir del hoyo.

Dicen por ahí que para ser felices hay que aprender a manejar las experiencias privadas de ansiedad, los pensamientos negativos e inapropiados, y cuando eso suceda, terminarán los problemas, tendremos una vida feliz y productiva. FALSO. En la vida no siempre vamos a ser felices. Esa patraña de la felicidad es un farsa de algunos talibanes forofos de la psicología positiva. Muchas veces algo nos fastidia, hay crisis, suceden desgracias y tenemos todo el derecho a sentir angustia, ansiedad, depresión, ira y lo que tú quieras. Es natural, humano y a veces necesario. Además, los pensamientos y las emociones no las podemos evitar ni modificar. Que no te hagan sentirte culpable. Cada vez hay más farsantes de brebajes mágicos para una vida plena y feliz.

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Me ayudará la técnica de registrar emociones y pensamientos negativos, con el objetivo de cambiarlos. FALSO. El hecho de centrar la atención en lo que nos hace sentirnos tan mal, lo único que produce es aumentar el malestar. Además, los pensamientos no cambian, permanecen. ¿Cuántas personas conoces que hayan cumplimentado un autorregistro en la visita a un psicólogo? ¿Quién quiere recordar lo chungo, lo que no desea repetir, lo que quiere quitar de su vida? Yo no. No sirve para nada. Hay que dejar paso a lo nuevo y constructivo. Centrar la atención en aquellas cosas que nos hacen sentir mal y que nos alejan de nuestros valores y de las cosas importantes que queremos en la vida, no sirve de nada. Mejor centrar la atención en las cosas que suman. Cambia lo que haces, no lo que piensas (además de inútil es imposible).

Cuando tengo una obsesión, si hago la técnica de la “rechazar el pensamiento”, me calmaré y me pondré bien. FALSO. No pienses en un oso polar, no pienses en un oso polar, no pienses en un oso polar. ¿Te viene la imagen? Basta con negar algo, para que la mente lo busque con ahínco.

Las emociones negativas (ira, miedo, culpa, vergüenza, ansiedad, tristeza) perjudican mi salud e indican que tengo problemas psicológicos. MÁS QUE FALSO. Son sólo emociones y todos las tenemos. Nos han enseñado a que todo tiene que ser agradable y positivo. La sociedad de la apariencia. ¿No somos humanos o qué? Las emociones son necesarias para funcionar, para aprender y mejorar. Forman parte de la evolución. Realmente sólo el que las niega tiene un problema psicológico. Permítetelas. Pero eso sí: que sean de paso. Haz un esfuerzo por gestionarlas y que circulen. Hay estrategias muy eficaces que ayudan a no atascarse. Las veremos en el próximo post.

Martes 22:00h. Ave destino Valencia.
Dejo la maleta, abro el ordenador y un libro. Cierro los ojos. Estoy cansado y no es para menos, el día ha sido agotador. Miro a los demás viajeros. Están todos desnudos. Guau. Menudo viaje de vuelta me espera.”

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