Ulises, Circe, un grupo de disciplinados marineros, cantos de Sirenas y el lado oscuro de los pensamientos.

Una vez finalizada la guerra de Troya, Ulises y sus guerreros iniciaron el regreso a sus hogares, en Grecia, navegando por el Mar Egeo. La travesía estaba llena de peligros a los que se enfrentaron con valentía, pero no encontraron nada más desafiante que la Isla de las Sirenas. Sirenas… criaturas adorables que aguardan escondidas en las rocas para cantar a los marineros melodías que les resultan irresistibles, hablándoles de aquello que desean saber. Y cuanto más atención les prestan, más extasiados quedan, hasta que finalmente encuentran su perdición.

Cuadro de Herbert James Draper. Ulises y las sirenas.

Cuadro de Herbert James Draper. Ulises y las sirenas.

Advertido por la diosa Circe del peligro de estos seres, Ulises ordena a sus hombres que se tapen los oídos con cera. Y preso de tanto temor infundido (¿qué irresistibles canciones serán ésas?), pide a sus hombres que lo aten al palo mayor y no le desaten, bajo ningún concepto, hasta que el barco se encuentre bien lejos. Pero, ¡ay!, al escuchar el embriagador canto de las sirenas, implora, ruega y suplica mil veces a sus hombres que desoigan lo que pidió y lo desaten. Sabiamente, sus hombres se niegan, porque saben que saltaría por la borda y moriría.

Tres tipos de personalidad, tres, y dos estilos de pensamiento

Las personas no se afectan por los acontecimientos, sino por la opinión que hacen de estos“. Epicteto

Carguémonos en este texto los fundamentos de la Psicología de la Personalidad y, con permiso de los sesudos manuales y de los excelentes estudios realizados por colegas en el área de la Psicología Clínica, vamos a establecer tres tipos de personalidad:

  • Personalidad del depresivo.
  • Personalidad del ansioso.
  • Personalidad, por ejemplo, del que firma este post.

El depresivo y su visión de túnel

Ya sabemos que este tipo de pensamiento tiende a magnificar los fracasos, excederse en la autocrítica, infravalorarse, culparse por lo malo, minimizar los éxitos (prácticamente no existen), sacar conclusiones apresuradas de forma negativa, por lo general infundadas. Resumiendo: la visión del futuro es pesimista, la del presente es mala, y cuando analiza su pasado selecciona la información chunga de forma deliberada.

 

flower-1030408_640La vida es observada con unas lentes distorsionadas. Cuando algo le sale bien, coge los prismáticos y mira el acierto desde la parte que aleja, haciéndolo pequeño, insignificante, incluso prohibiéndose sentir el placer que conlleva el éxito (“fue cuestión de suerte”, “no es para tanto”). En cambio, cuando se equivoca (errare humanum est) automáticamente le da la vuelta a los prismáticos y agranda el tamaño, convirtiendo los errores en gigantes (“soy un inútil”, “siempre me pasa lo mismo”, “jamás me saldrá bien”). Pero curiosamente, cuando esos mismos prismáticos enfocan la vida de los demás… ¡Magia! Si algún conocido acierta, entonces es magnífico, increíble (qué buenos son los otros, qué listo es, él sí que sabe, no como yo); y si, por el contrario, fracasan: así es la vida, eso le pasa a cualquiera, ha tenido mala suerte, a la próxima le saldrá mejor). Doble vara de medir, doble vara de vivir.

El ansioso y las cosas que le faltan

Su mundo es un constante “¿Y si…?”: ¿Y si nos estrellamos? ¿Y si me pasa algo? ¿Y si dejo de gustarle? ¿Y si…? Cuando a la tendencia a ver el futuro de forma negativa (el error del adivino) le sumamos el perfeccionismo (me encanta centrarme en el error, aunque sea minúsculo), una querencia a dramatizar y ver las cosas más graves de lo que son, más el pensamiento dicotómico del blanco o negro (cómo cuesta ver los maravillosos tonos grises) y rematamos con el exceso de obligaciones y tereas para sí mismo y para los demás (los “debo” y “necesito”), hete aquí algo infalible: una bomba de ansiedad lista para estallar en cualquier momento.

Un desayuno, un autobús que no puedo perder y una mierda de un perro.

Versión ansiosa.

Lunes, 8:00 am: Vamos, que tengo prisa. Llego tarde. Menuda semana me espera y encima una mierda de perro en la puerta del patio.
“Un zumo de naranja y un limón exprimido, una ducha exprés, una tostada con un poco de aceite y miel, las llaves, la cartera, el móvil y algo de sueño. El pequeño viaje en ascensor sirve para ultimar mi acicalamiento. ¡Hoy tiene que ser un buen día aunque tengo muchas cosas que hacer!
Abro la puerta del patio. No llueve. Bien. Pero nada más salir, mi pie izquierdo pisa una mierda de un perro. ¡Joder! ¡vaya tela! ¿Y ahora qué? Si subo a casa y me cambio, perderé tiempo. A las 8:05 pasa el autobús y no puedo llegar tarde al trabajo. El jefe me tiene ganas y solo falta eso. ¿Y si me despiden? Con lo mal que están las cosas, a ver quién encuentra trabajo. Ya lo sé: me limpio en la acera y corro al autobús, pero ¿y si huelo a mierda? Seguro que piensan que me he tirado un pedo. ¿Dejaré una estela asquerosa?”

Este diálogo interno puede ser infinito, al mejor estilo James Joyce. Pero dejemos la genialidad para los que saben sacar partido a las tribulaciones. El tiempo pasa mientras uno se recrea absurdamente. Y dejemos la taquicardia, los temblores y los sudores a los que hacen puenting.

¿Y si me ahogo?

¿Y si me ahogo?

Versión depresiva.

Lunes, 8:00 am: Un lunes como todos los demás y además una mierda de un perro justamente en mi puerta.
“Un zumo de naranja y un limón exprimido, una ducha exprés, escucho en la radio una tertulia política, una tostada con un poco de aceite y miel, las llaves, la cartera, el móvil y algo de sueño. El pequeño viaje en ascensor sirve para verme las canas. ¡Menudo día me espera y todavía es lunes!
Abro la puerta del patio. No llueve, menos mal. Nada más salir, mi pie derecho pisa una mierda de un perro. ¡Mierda! ¡Joder! ¡Qué burro soy! ¿Cómo no me habré fijado? Esto me pasa por no estar atento a nada, ya me lo dice mi chica, que no me entero. Mira ese tipo de allá, seguro que me ha visto y pensará que soy imbécil. Y luego dicen que trae buena suerte… Mentira. Hace poco pisé otra, y ya ves cómo me va.”
Seguramente se limpiará cabizbajo, compungido y humillado. El chafamierdas me llaman. Cree y espera que hoy le aguardará lo peor. Presente y pasado, puro drama.

Versión del psicólogo.

Lunes, 8:00 am: Es lunes y algunos dueños de perro son unos guarros.
“Un zumo de naranja y un limón exprimido, una ducha exprés, música de buenos días, una tostada con un poco de aceite y miel, las llaves, la cartera, el móvil y algo de sueño. El pequeño viaje en ascensor sirve para ultimar mi nuevo corte de pelo y comprobar lo bien que estoy: ¡Como decía Serrat, hoy puede ser un gran día! ¡Vamos!
Abro la puerta del patio. No llueve, y ya hace falta. Nada más salir, mi pie derecho pisa una mierda de perro. ¡La madre que lo parió! Una ristra de palabras malsonantes dirigidas al dueño del perrito y un: ¡Menos mal que no voy con chanclas!” 

¿Te parece una tontería? ¿Tal vez misión difícil o imposible? Quizá pienses que este psicólogo se está quedando contigo o que es fruto de una mente equilibrada de manual de Psicología. Nada más lejos de la realidad. Todos, y yo el primero, reaccionamos a veces bajo el modelo de pensamiento depresivo y/o ansioso (faltaría más, no hay nadie perfecto). Pero te revelo el secreto: un buen objetivo vital es aprender a funcionar bajo el tercer modelo: la opción de desdramatizar, y se puede.

Tengo muy claro, y mi trabajo es que lo creas tú también, que en la mayoría de ocasiones es mejor no escuchar los cantos de Sirenas, que nos lían, nos confunden y nos distraen de nuestro objetivo con melodías fantasiosas que resultan nefastas. Si taparse los oídos con cera no es muy estético, puedes hacer callar esos pensamientos con otros positivos y no hacerles tanto caso, no tomártelos tan en serio. Eso sí, es cuestión de entrenamiento, actitud y esbozar una sonrisa de vez en cuando.

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