Pros y contras, una moneda y una mosca que despista
Sí, no; derecha o izquierda; subo o bajo; ¿le llamo para quedar esta noche o no le llamo? ¿y si me dice que nones? ¿les presento tal proyecto o lo dejo aparcado hasta que está más seguro? ¿le digo lo que pienso (y descanso) o me lo callo (y reviento)? Por fortuna y hasta que nos vistan con un pijama de madera, las personas tomamos cada día infinidad de decisiones sobre temas que son más o menos importantes. Cuando los afrontamos, podemos atascarnos (las menos), otras veces nos preocupamos o nos instalamos en la incertidumbre, en muy pocas ocasiones quedamos bloqueados por la angustia, y la mayor parte de nuestras dudas las solventamos con soltura, imaginación, creatividad y con bastante acierto. Vamos a ver en este post una fórmula que no funciona y un par de estrategias que pueden ayudarte a tomar decisiones. Y sin agobios. Pero antes, damos un rodeo.
Déjate de listas, no te hagas la lista
¿Cuántas veces has escrito una lista de “pros” y “contras” para tomar una decisión más o menos importante? ¿Cuántas veces acabaste trucando la lista para que saliera la opción que en realidad querías que saliera? ¿Has tenido la sensación de que te estabas engañando conforme elaborabas el listado? Tranquilo, los autores de este post también hemos caído en el pasado en esta trampa (en la escuela nos decían que las listas de ventajas y desventajas funcionaba).
No nos engañemos. En el fondo, muchas veces, hay una opción que te emociona, que sientes que es lo que realmente quieres hacer, y lo sabes. ¿Qué decisión te emociona? Sí, en la gran mayoría de los casos lo sabes, solo es cuestión de dejarte llevar por las emociones y para conseguirlo, solo tienes que prestar atención a tu radar emocional: la amígdala.
Los estudios nos obligan a reconsiderar los mecanismos decisorios y a tener en cuenta la participación de las emociones en estos procesos. La amígdala, que se encuentra ubicada en el lóbulo temporal, es una estructura capaz de asignar significado emocional a las hechos o situaciones que nos encontramos en nuestro ambiente, de hecho la amígdala los valora y evalúa y le lanza un mensaje al resto del cerebro del tipo: ¡Eh, ten cuidado con eso! o ¡Vaya, esto es la mar de interesante, vamos por ello! Por otro lado, tu corteza prefrontal es muy importante en la toma de decisiones, poniendo de manifiesto la íntima colaboración de los mecanismos límbicos emocionales con las funciones anticipatorias y planificadoras de esta corteza. Qué razón tenía el matemático y físico Pascal cuando en el siglo XVII intuyó: “El corazón tiene razones que la razón ignora”
Dos obviedades a tener en cuenta. Emociones positivas y negativas. Bienestar y peligro.
Podríamos afirmar que la emoción es lo que le da un significado personal a lo que nos sucede. Tomando esto en cuenta, vamos a centrarnos en los estados emocionales positivos y negativos. Esta clasificación se basa en el principio de que las emociones tienen la función de ayudarnos a sobrevivir y adaptarnos; es decir, cuando una experiencia es considerada como placentera y enriquecedora producirá un estado emocional positivo; por el contrario, si se considera como peligrosa o perjudicial, generará un estado emocional negativo. Así de obvio. Ambos tipos de emociones son necesarias para la supervivencia. Sin las positivas no sabríamos qué cosas nos producen bienestar y sin las negativas no podríamos identificar qué situaciones contienen cierto nivel de riesgo. Así de obvio también.
Si escucho a mi emoción, acertaré en la decisión.
Una vez que comprendemos lo que es una emoción, cómo se clasifican y cuál es su función, podemos ver que éstas toman un papel fundamental en el proceso de toma de decisiones. Las emociones funcionan como una brújula que trata de dirigirnos en el camino correcto para llegar obtener o a ser lo que uno desea. Así pues, “funcionar como brújulas” quiere decir que las emociones no pueden estar bien o mal; ya que dependen de la evaluación cognitiva para aparecer. En este caso la interpretación cognitiva es el imán que guía la brújula.
No tengas miedo de tomar una decisión que te acerque a lo que tú consideres que puede conllevar felicidad. No puedes corregir el camino si no estás en marcha, y mejor estar cerca que seguir estancado. Simplemente hazte responsable de tus decisiones. Si un día te das cuenta que tomaste una decisión equivocada, no te culpes, la vida es ensayar y errar, y en ocasiones acertar. Recuerda: ninguna decisión es totalmente correcta y que no hay forma de predecir sus consecuencias de forma exacta.

Dos trucos para equivocarte lo menos posible
Una libreta y una mosca
¿Tienes que tomar una decisión y no sabes qué hacer? Piensa en ello durante unos segundos y escribe en una libreta lo que te preocupa y sobre qué quieres decidir. A continuación mantén tu atención unos minutos en una tarea que te suponga un cierto desgaste intelectual (si eres hombre y observas unos minutos a una mosca, puede ser más que suficiente) y que no tenga nada que ver con el problema. Una vez han pasado 5 ó 6 minutos, vuelve a la libreta y con rapidez escribe la decisión que te viene a la cabeza. Date por seguro que es la decisión correcta y que eso es lo que quieres hacer.
¿La explicación? Fácil. El inconsciente toma un papel fundamental en la toma de decisiones, pues la mente inconsciente continúa procesando información sobre las decisiones, incluso cuando la mente consciente está ocupada en otras tareas. Dijksterhuis y Van Olden “On the Benefits of Thinking Unconsciously: Unconscious thought Can Increase Post-Choice Satisfaction” Journal of Experimental Social Psychology, 2004. Si quieres ampliar información sobre el tema te dejamos este enlace ¿Te cuesta tomar decisiones? escrito en este blog.

Tira una moneda al aire
“Cuando te encuentres ante dos opciones y tengas que elegir, simplemente lanza una moneda al aire. Siempre funciona, y no sólo porque por fuerza te saca de dudas, sino porque en ese breve momento en que la moneda está en el aire, de repente sabes qué cara quieres que salga.’” Y déjate guiar por tu brújula, te perderás menos.
Este post ha sido elaborado por Saan Francés, psicóloga y que está cursando actualmente el Máster de Psicología Clínica y de la Salud y el Máster de Terapia Cognitivo Conductual en el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP) en Valencia y por Nacho Coller. Yo he tenido la fortuna de ser profesor suyo en alguno de los módulos de estos dos programas formativos. Sandra o Saan como prefieren que le llamen es muy joven, con ganas de comerse el mundo y de ejercer la profesión de psicóloga, que también es la mía. Está a punto de abrirse un blog de psicología con el que aportará su granito de arena para que las personas de bien podamos seguir creciendo y que podamos aprender a ser razonablemente felices y afrontar el sufrimiento de mejor manera. Sin más pretensiones, nada más y nada menos. Te dejo el enlace del Facebook por si quieres seguirla. Mi página profesional es Psicología Salud y Deporte, encantado de recibirte.




Hay cosas de las que dices , que yo las he vivido
Rosa un saludo y que vivas muchos años y bien.