¿Qué podemos hacer si tienes que dar una charla o un curso ante un grupo de personas? Varias cosas. Pero antes, vayamos a buscar el apoyo de un camarero para aguantar la presión del Yo pensante

Hace 22 años que di mi primera conferencia en Valencia y lo pasé fatal no, lo siguiente. El tema en cuestión, era una exposición de un caso clínico de una mujer joven diagnosticada de depresión (era uno de mis primeros casos). La verdad es que el título no era de lo más sugerente ni tampoco invitaba a su asistencia: Un caso de depresión: abordaje terapéutico; y me equivoqué. 115 profesionales, psicólogos, psiquiatras, estudiantes de último curso de psicología, mis padres, un despistado que pensaba que ahí regalaban algo y el novio de una psicóloga al que le importaba un pepino lo que yo dijera habían confirmado su asistencia. “¿A quién se le ocurre decir que sí, atrevido?” “Vas a hacer un ridículo espantoso” “Te van a pillar, inútil”, “Si en la carrera no fuiste a todas las clases, ¿y si te hacen la pregunta de marras y no sabes qué contestar? Vaya tela, te van a destrozar”. Estimado lector, te presento a mi Yo pensante ¿Simpático verdad? ¿Y el tuyo?

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Durante tres semanas estuve preparando el tema a conciencia. Consultando libros y artículos, indagando sobre las últimas teorías sobre depresión, buscando los estudios más recientes sobre la temática para hacer una buena exposición. Decir sí al encargo de dar la sesión supuso un reto intelectual de aúpa que sirvió para mantener engrasada mi sesera y lo mejor de todo, fue un reto personal mayúsculo que me hizo aprender muchas cosas de mí, tanto buenas como malas, y saber hasta donde era capaz de llegar, es decir, conocer mis límites. Bien, ésta es la parte bonita de la historia. Conforme se iba acercando la fecha (para mí el día de autos o de los difuntos), mi simpático Yo pensante, en modo ansiedad anticipatoria (¿Y si me equivoco? ¿y si me sale mal? ¿Y si..?), se me aparecía a todas las horas del día: desayunaba, almorzaba, comía, cenaba con la depresión, con la “maldita” charla y con mis eternas dudas. Menudo estrés. Estaba literalmente asustado, por no utilizar otra expresión con tintes escatológicos que describiría mucho mejor las que eran mis sensaciones. ¿Preparados, listos? Acción.

Un fax que me salvó la vida.

Unos días antes de dar la conferencia y acuciado por la responsabilidad y no fallar (un clásico), recibí un fax de mi hermano Xavier Coller (la parte inteligente de mi familia), que en aquella época estaba dando clase en la Universidad de Yale y que del tema de exponerse ante el público y dar clases, andaba más que sobrado. Mi hermano estaba a años luz de mi ignorancia y de mis temores. El escueto fax, en el que me explicaba de manera facilita y en tan solo 10 líneas qué hacer durante la exposición y cómo comportarme ante el público, resultó un bálsamo motivador y tranquilizador. O eso pensaba yo.

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El día D

Si te digo que no pegué casi ojo los días previos a la exposición, no te miento. Veinte minutos antes de iniciar la conferencia estaba en las manos de un desconocido camarero que hizo el papel de terapeuta, tomándome un par de cervezas y un güisqui con hielo para rebajar la tensión. Necesitaba algo que me calmara y la intervención del amable camarero consiguió lo siguiente: llegué medio doblado por el alcohol, más nervioso todavía, con la boca súper reseca (mi lengua era lo más parecido a un estropajo) y con menos dinero en el bolsillo. Necesitaba beber agua. La sala estaba atestada de gente de todas las edades y yo me preguntaba si escucharían el tam-tam de mi corazón y si sería capaz de articular alguna palabra que fuera entendible. Necesitaba beber agua urgentemente y al final de la sala, sobre la mesa desde la que yo iba a dar la ponencia, vi la solución a mi problema: un vaso de plástico y un par de botellines de agua. Mi salvación, o eso pensé yo. “¿Y si te quedas en blanco?” “Ahora ya no hay marcha atrás, no la vayas a pifiar”, “Ese tipo de barba tiene pinta de saber mucho, seguro que más que tú. Y lo sabes”. De nuevo mi Yo Pensante.

El temblor de manos fue tal que no pude beber agua durante toda la exposición. Intenté abrir la botella y verter un poco de líquido en el vaso y me resultó imposible. Temblaba tanto que no podía mantener el pulso ni disimular mis tamblores. Todos pendientes de mí esperando a que me presentara con un simple hola y yo centrado en mis manos y mi temblor: “¡Qué desastre!” “Estás muy nervioso y se van a dar cuenta” “Mira tus manos como tiemblan” “¡Qué ridículo vas a hacer!” “¿Qué vas a hacer ahora, listillo?” Esta última incursión de mi inseparable Yo pensante no hizo más que aumentar mis síntomas de ansiedad: acelerarme, hiperventilar, querer salir huyendo de ese sitio, evaporarme. La sala se hacía más grande y yo, más pequeño. Y necesitaba beber un poco de agua y no podía. Y me acordé del fax.

Al cerebro inconsciente (emocional) hay que darle señales y pruebas concretas de que más o menos controlas la situación. Y a las pruebas vamos.

Unos consejos para antes de dar la charla

  • Bienvenido al mundo de la docencia y a exponerse en público. Eres un valiente, uno más de los cientos de millones de personas que hablan y han hablado ante un grupo de personas. Eres de los que prefieren contar a que te lo cuenten. La vida es una aventura y el día de hoy es una buena experiencia para aprender y recordar. Vamos.
  • Prepárate bien el tema, busca, investiga, utiliza alguna presentación tipo powerpoint o similar para dar soporte a lo que vas a contar. No leas o lee lo menos posible.
  • No des toda la información que tienes preparada y deja algo para el momento de ruegos y preguntas. Más vale que sobre que no que falte. Quedarás de maravilla respondiendo con alguna gráfica o con alguna diapositiva que hayas preparado para contestar a alguna de las preguntas.
  • Eres el que más controlas del tema, de tu tema, de este tema que tan bien te has preparado. Confía en tus conocimientos y en tu cerebro y desconfía de tu cabeza.
  • Intenta dar la charla repetidas veces en tu cabeza: puedes hacerlo ante un espejo o grabarte. Prueba a recrear en tu sesera la sensación de estar rodeado de personas en el escenario y que sales bien parado. Es más, recrea que estás un tanto inquieto o nervioso, con cierta aceleración y que eres capaz de gestionar esa ansiedad. Vamos.
  • ¿Es tan importante en tu vida lo que vas a hablar? Desdramatiza. Cosas importantes en la vida hay bien pocas, y ten bien seguro que la de hoy no es una de ellas. Lo importante es no darle tanta importancia.
  • Antes de empezar, observa durante unos segundos a los asistentes de la sala e intenta quedarte con las caras que sean agradables, atractivas y simpáticas. Recuerda que tal como vimos en el anterior post Hablar en público, el cerebro tiene una tendencia natural a centrarse en las caras más antipáticas o desagradables del público (tienes un juego en el post para que te des cuenta de esta tendencia). Las caras agradables son tus puntos de referencia durante la charla. Te darán cierto sosiego y seguridad “Me atienden, me entienden, me escuchan”. Sigue.

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Unas sugerencias para utilizar durante la charla:

  • Inicia la exposición con algo divertido y preséntate. Sé tú mismo. Utilizar tu humor puede ayudar a que tu cerebro inconsciente deje de ver peligros donde no los hay. “Si este tipo de aquí abajo bromea en estos momentos, seguro que no hay razón para estar tan nervioso”. El humor positivo nunca falla.
  • Mira directamente a los ojos de una persona, mira a la audiencia entera y vuelve a fijar tu mirada en otra persona durante unos segundos.
  • Si durante la charla ves algún careto aburrido o que muestre desaprobación, prueba a pensar que tal vez su antipatía es fruto de una mala noche, un mal día o una mala vida. Hay muchas personas avinagradas y tú no eres el causante de su mal rollo. Prueba a pensar que el mal encarado está ahí para acompañar a su pareja, pero la conferencia se la refanfinfla. No es tu problema.
  • Bebe un trago de agua antes de comenzar la charla, si puedes. Recuerda que para tu cerebro emocional estás en una situación de peligro, las personas del público son lobos acechando y esperando atacar. Esto es totalmente irreal pero tu coco lo percibe así. Beber agua le dará el siguiente mensaje: “si este tipo se bebe un vaso de agua en esta situación, seguramente que no hay una manada de lobos ahí delante; no sale huyendo y se pone a beber. Aquí no hay peligro de muerte y puedo relajarme un poco”. Tranquilo.
  • Respira hondo y utiliza la respiración diafragmática. Respira desde el abdomen. El cerebro recibe el mensaje de que el peligro es menor. Si apareciera un grupo de leones a tu espalda ahora mismo tu respiración sería entrecortada, y respirar de este modo, hace que el nivel de dióxido de carbono descienda en la corriente sanguínea. La hiperventilación enérgica puede reducir el nivel de dióxido de carbono en la sangre en un 50% en tan solo 30 seg. La mayoría de las personas piensan que esto es bueno, pues en la escuela nos enseñaron que el dióxido de carbono es un producto de “basurilla”. No obstante, el dióxido de carbono es muy importante en el mantenimiento de una base ácida adecuada o nivel de Ph en sangre y es el elemento químico utilizado por el cuerpo para regular la respiración. La hiperventilación eleva el nivel de Ph en las células nerviosas haciéndolas más excitables, y también tiende a activar la respuesta de lucha o huida. Es decir, más ansiedad. Controla tu respiración.
  • No aparentes lo que no eres y trabaja con naturalidad y autenticidad. Sé auténtico y sé tú mismo. Si eres de los que sonríen y hacen bromas en tu vida diaria, hazlo. Ser natural y ser congruente a tu estilo es garantía de cierto éxito. No intentes imitar a nadie.
  • Respeta los silencios. Conseguirás que el personal se relaje y te mire. Un silencio es un buen lugar para que reflexiones y ordenes tus ideas, recuerdes lo que acabas de decir y percibas si la audiencia te sigue. Un silencio no significa que el personal piense que estás nervioso, todo lo contrario. “Este tipo sabe lo que se hace, controla los tiempos”.
  • Una opción que puedes utilizar si te fallan lo recursos anteriores, o simplemente si quieres añadir a tu repertorio de estrategias algo divertido, es la siguiente opción: piensa que toda la audiencia está desnuda. Recréate con la mirada y suelta la siguiente perla: Mi psicólogo me ha dicho que para superar mi dificultad para hablar en público tengo que imaginarme que estáis todos desnudos, y la verdad, no sé cómo me va a salir la conferencia, pero de momento me lo estoy pasando en grande. Por cierto, la persona que está sentada en la cuarta fila con la camisa roja ¿se puedes levantar? Gracias. Tu cerebro emocional recibirá calma y más de uno sonreirá. Prueba a jugar con esa estrategia durante la conferencia pero no abuses de ella.
  • Si te equivocas en algo no pares y pidas perdón, la audiencia te va a perdonar igualmente. Han ido a escucharte, a aprender y disfrutar contigo y no a verte sufrir. No refuerces los errores y sigue con los aciertos.

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Y llega el momento temido de las preguntas

  • Ante el tipo de preguntas que el que las lanza las contesta él mismo, “mirad que listo que soy y todo lo que sé” y que más que querer respuestas, parece buscar su minuto de gloria, no te angusties. Prueba a contestarle lo siguiente: estoy totalmente de acuerdo contigo ¿Alguna pregunta más? Te dejará en paz y la audiencia con más de una sonrisa cómplice agradecerá que le cortes en seco. Los brasas no molan.
  • Ante la persona que pregunta desde la humildad, procura dedicarle todo el tiempo que sea necesario. Esa persona se lo merece todo.
  • Si te preguntan algo que no sabes o no recuerdas, reconócelo. Di simplemente que no lo sabes y pide ayuda a alguien del público que sepa contestar o pide a la persona su correo electrónico, dale tu teléfono y dale la respuesta otro día. Recuerda que a todos nos molan las personas imperfectas pero que se esfuerzan por mejorar, y tú eres de esas, no lo olvides.

Mi primera charla fue un éxito pero podría no haberlo sido. Hubo aplauso general (la gente suele ser muy generosa) y recibí muchas felicitaciones. Lo pude hacer, y eso para mí fue mi mayor éxito. En más de 20 años de profesión no he parado de dar seminarios, conferencias, cursos y charlas. Soy docente del que está catalogado como mejor Máster de Psicología Clínica y de la Salud de España en el que doy los módulos: Depresión y Técnicas de Entrevista, y el módulo de Terapia de Aceptación y Compromiso en el Máster de Bienestar Emocional, ambos del ISEP. Doy Seminarios en empresas a directivos y mandos intermedios sobre liderazgo, trabajo en equipo, dirigir con inteligencia emocional, entre otros temas, y a día de hoy, mi inseparable Yo Pensante me sigue lanzando los mismos dardos que te he expuesto antes. No cambia. Me cuesta beber en un vaso de plástico y me siguen temblando las manos, esto es lo que hay, pero no le hago mucho caso, simplemente sigo avanzando.

Si no estás del todo de acuerdo con estas recomendaciones (evidentemente estás en todo tu derecho), prueba a hacer caso a algún gurú de la psicología que esté por encima del bien del mal (tienes unos cuantos para elegir), y saborea las mieles del fracaso mientras le rellenas sus bolsillos. La perfección no existe y la eterna felicidad y el control absoluto de la vida, menos todavía. La vida, mola más con unas pocas cicatrices y es todavía más bonita cuando uno reconoce sus errores. 

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