Pilla un documento que te acredite o rescata de tu ordenata o del baúl de los recuerdos, tu currículum vitae. Pégales un vistazo y después ponte frente a un espejo e intenta contestar sin andarte por las ramas a la preguntita: ¿Quién soy yo? Nombre, apellidos, dirección, formación académica, profesión, lugar de trabajo, sexo, estado civil, orientación sexual, religión, raza, color y corte de pelo, color de ojos, altura, complexión, vestimenta habitual, profesión y demás detalles más o menos banales que te describen. Eres todas esas cosas y mucho más, que no te quepa duda alguna.

Imagina que alguno de tus atributos ha sido modificado de repente y en lugar de ver en el espejo a una persona de mediana estatura, morena, con ojos verdes, con pareja y de profesión médico; te encuentras a un sujeto sin predicados, diez centímetros más alta, pelo castaño, ojos marrones, sin pareja, agnóstica y de profesión electricista. ¿Seguirías siendo tú misma, la misma persona, con el mismo fondo? Seguramente que sí. Claro, y es que eres todas esas cosas y mucho más, que no te quepa duda alguna.

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Una buena forma de definir a nuestro Yo, no es fiarnos en demasía de los primeros detalles que nos vienen a la cabeza cuando nos miramos ante un espejo, o creernos a ciencia cierta lo que nos queda integrado en la sesera después de leer el curriculum vitae o un simple DNI, no; lo que define a nuestro Yo es algo que hay que investigar buceando en nuestras profundidades, en nuestro averno particular. Ese algo, permanece ahí anclado y fijado en nuestro interior con el mejor de los pegamentos, rozando nuestros sentimientos. Y acordarte de él y no encontrarlo puede ser molesto; y hablar de él y no obtener respuestas, puede ser lo más parecido a un paseo sin brújula por el vacío más absoluto, una visita a tu particular zona cero. Y la tarea de describirlo, con mucho mimo y escudriñando el máximo número de detalles, es titánica, solo al alcance de los que arriesgan, de los campeones de la vida. Y además, podríamos jugárnosla y decir que es atemporal y que permanece con nosotros a pesar de los quiebros y putadas que nos gasta la vida. Sí, la suma de todas esas cosas y algo más puede que seas tú, puede que formen tu Yo. Y reconocerlo con detalle no va a hacer que vivas felizmente alejado del sufrimiento, porque es misión imposible; pero sí que puede ayudarte a que vivas la vida de forma más razonable, más auténtica y más congruente; una receta con tres excelentes ingredientes para que obtengas una mayúscula satisfacción vital.

¿Y tú cómo eres?

Simpática, agradable, paciente o lo contrario; controlador, educado, fiel aunque te pierdas de vez en cuando, temeroso de Dios, hablador, inseguro, con algunos miedos y muy responsable. Eres todas esas cosas y mucho más, que no te quepa duda alguna. Puntual, generosa, con muy mal humor matutino y vespertino aunque por la noche lo mandas a paseo, honesta, trabajadora, cariñosa y muy sexual; inteligente, divertido, locuaz, amable, responsable, que sabes estar, con buena gestión de tus emociones aunque muy de vez en cuando te pierdes, y solo tú lo sabes. Sí, y eres todo eso y mucho más, que no te quepa ninguna duda. Activo, enamoradizo, promiscuo, valiente, seguro y un tanto rígido; familiar, casera, amante de las rutinas y del café con leche matutino, extrovertida, empática, agnóstica y con muy buen fondo. Pues sí, y sigues siendo todo eso y algo más, que no te quepa ninguna duda.

¿Quién es más tú?

¿Quién es más tú, el que se pasa tribulando un sábado por la tarde después de una siesta de pijama, padrenuestro y orinal, o el que luce sus mejores galas inflado de cubatas y bailando rock and roll en un antro de escasa ventilación hasta altas horas de la madrugada? ¿Quién es más tú, el que se muestra inseguro y ansioso a la hora de encarar una actividad de escasa importancia o la persona extrovertida y divertida que hace reír a sus amigos y que por momentos es el alma de la fiesta?

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Dos tipos discutiendo en mi azotea

Tal vez has tenido la sensación de que en ti habitan dos tipos de personas: una que exhibe sosiego y cierta seguridad, que te invita a que actúes y a que hagas cosas que te acerquen hacia aquellas áreas que son importantes en tu vida; que vive en el presente, que hace que disfrutes de las cosas buenas que te ofrece el día, que te orienta a conseguir que vivas en congruencia con lo que tú eres; y que además, es un perfecto guardián de tu estabilidad psicológica. En el lado opuesto está la loca de la casa, que resta, que bloquea; es un sargento chusquero busca broncas acostumbrado al ordeno y mando y que evita cualquier reflexión que te ayude a crecer; es la que hace que evites las cosas chulas de la vida, es más, hace lo posible para que no las veas; que te aleja de tus valores y que apuesta porque vivas bajo el paraguas de la incongruencia; es la antesala de la psicopatología y solo vive en el pasado y en el futuro. Te presentamos a tu Yo pensante. Pues que no te quepa ninguna duda que eres esos dos tipos que habitan en ti, los llevas contigo a todas partes, forman parte de tu adn psicológico, pero tú eres todo eso y algo más, que no te quepa ninguna duda. El reto que te proponemos es quién quieres ser tú a partir de ahora, y si decides apostar fuerte por tu Yo más molón e interesante te va a tocar ponerte manos a la obra. ¿Vamos?

Aprovecho para dar las gracias por sus aportes a mi compañera de trabajo, Mila Fuentes. Si quieres más información sobre mí y estar al tanto de mis andanzas en las redes sociales, puedes visitar nuestra página de Facebook Psicología Salud y Deporte o si prefieres seguirme en Twitter @nachocoller. Gracias, un saludo y un placer tenerte entre mis seguidores. Nos vemos. Por cierto, si  dejas tu correo electrónico en el apartado de Newsletter y te subscribes, podrás recibir una vez al mes mis publicaciones y otras cosas que comparto. Gracias.